Los camarones de tierra
Estos bicharracos, también llamados camarones de vega, de barro o excavadores, constituyen una de mis comidas favoritas.Desde que tengo memoria, desde que comenzaban las lluvias fuertes y las vegasse transformaban en lagunas, íbamos con mi papá a buscar los camarones a callePrat, donde llegaban los buses con los camaroneros desde Raqui.
Tipo 7, cuando comenzaba a oscurecer y se empezaba a sentircon más intensidad el humo de las chimeneas, agarrábamos unas bolsas de basura(hartas, porque con una sola se escapan) y partíamos a escondidas de mi mamá,que siempre alega por la cochinada que queda.
Los camaroneros siempre estaban medios curados. Eranpersonajes misteriosos, que brillaban igual que los camarones y tenían el mismoolor a barro. Con las manos arrugadas y negras, los iban contando de a pares,metiendo rápido en la bolsa a estos bichos que son mucho más rápidos que uno yque todos los otros camarones de otras especies.
Una vez en la bolsa, luchan por escaparse, y de hecho, hacepoco se nos escaparon 5 si que nos diéramos cuenta en el maletero del auto, yse pudrieron y fue horroroso…pero eso es otro cuento…
Después de comprar aproximadamente un ciento por cada dospersonas a un precio irrisorio, nos íbamos a comprar un vino, que en eseentonces era “para los grandes” y traía un gatito de plástico con el que luegoyo me hacía pulseras. Ahora loscamarones valen 2.500 o 2000 el ciento, pero me imagino que el precio varíadependiendo del lugar (hay desde la séptima región hacia el sur).
Llegábamos a la casay, mi mamá resignada, los lavaba. Se ponen todos en el lavaplato y se lavan conagua fría, hasta que se les sale el barro, porque pucha que traen barro. Unbuen tip es agarrarlos con una de estas herramientas para servir tallarines ypasarlos de a uno o de a dos por el chorro de agua.
Un clásico es la pelea de camarones. Agarras los dos másgrandes y los pones a pelear. Es lo mejor. De verdad se enojan y se agarran, paradeleite de la crueldad propia de la infancia. Pero con cuidado, porque muerden.
En el proceso delavado, y en realidad durante todo el show, hay que cuidar que no es escapen.Andan rápido y son silenciosos, y lo único que quieren es no llegar a la olla.
En la olla (normal o tipo vaporera) se ponen los camaroneslimpios con: como una cabeza de ajo por ciento (semimachacado), ají cacho decabra bien ahumado a gusto, bastante sal (como no son de mar, no vienen naturalmentesalados) , un chorro de aceite y un vaso grande de vino o una lata de cerveza.Eso no más. Aquí no hay lugar para experimentaciones ni sofisticaciones.
(conversando con el ají)
Se dejan exactamente 20 minutos. No más porque si se recuecenquedan blanduchos. Cuando están listos se ponen rojos, lindos, y el olorcitoque sale no es mariscos…es a tierra y a ajo y a humo.
(listos pa la foto)
Se pone la mesa con platos, fuentes para los restos, yMUCHAS servilletas o de frentón un buen rollo de toalla nova. Se ponen vasospara el vino y tacitas de café para el caldo. Los camarones se ponen en unafuente grande, ojalá precalentada. Si tiene la Bosca o similar cerca de lamesa, aproveche y ponga la fuente ahí para que no se enfríen. La idea escomérselos calientitos.
El caldo es negro, sabroso y medio picante. Es como sopa detierra, pero sin tierra. Estoy segura que debe ser una cura inmediata para laanemia. Es de esos caldos que un los toma e inmediatamente se suelta un gritodesde las entrañas que dice AAAAAAAAAHHHHHHH ( como en el mambo).
Y comienza el chupeteo. Tienen carne en la cola y en laspatas gordas. Se saca primero el caparazón hacia arriba, se tira la cola, sepela y se come. Nada de “enervaciones” aquí. Se come el hilito de caca no más…!Después se comen las patas, o, como hacemos algunos maniáticos, se juntan todaspara el final. Si los camarones están gordos (más para el final del invierno),adentro del caparazón se les forman unas capitas de grasa que es mmmmm lomejor! . Todo esto con las manos y losdientes, porque la cáscara es blandita. Después de comerse todo lo que se come,se sorbetea el resto del cuerpo, se manda un buen trago de tinto y alsiguiente. Y así, intercalando con el caldo, hasta que se acaban.
Uno queda feliz, contoda la cara media chorreada, media negra, con los dedos arrugados, con lasuñas negras, pasado a camarón y a ajo. Es una real cochinada. Pero, a mi juicio, esuno de los mayores placeres, directo de la tierra a su mesa. Literalmente.
Hay gente que los remoja en leche durante una noche entera.Hay gente que los hierve largamente en agua. Hay gente que los cuece, los pelay hace empanadas o chupe de camarones de tierra. Allá ellos. Pienso que mi recetafamiliar es la mejor honra a estos animalitos y la que más respeta su sabor ysu punto de cocción.
Si cruzan el Maule en invierno, dénselas de Zimmern y preguntenhasta que los encuentren. Prepárenlos así y gocen. No vuelvan a Santiago sinhaberlos comido. Es un “must”, como dicen por ahí.
Así que ya saben: Pa’ comer bien camarón hay que venir alsur....