El Liguria y Yo
Hace mucho tiempo, cuando vivía en el norte, me pasaba viendo las noticias de farándula, que hablaban de un lugar que la rompía, el Liguria.
Según lo que los diarios me contaban, habían varios por Providencia, donde las estrellas de la Tv iban a conversar de la vida, meaban a los asistentes o se agarraban a combos con los garzones.
Mucho paso de ese tiempo, y en mis primeras visitas a Santiago, mis amigos me invitaban a tomar un trago en el mítico lugar. Siempre ibamos al de Manuel Montt, y siempre me tomaba lo más barato de la carta. El presupuesto no daba en aquellos tiempos, y ni siquiera me atrevía a pedir el menú, por miedo a la vergüenza de no pedir nada.
Siempre me llamó la atención el concepto detrás de toda la institución Liguria. El ánimo de Álvaro Henriquez de citarla en sus discos, las constantes menciones por parte de la gente que me contaba lo bueno que era, lo chileno que era, la experiencia Liguria, como un todo.
Ayer, me decidí a ir otra vez, de paso, con calor y con ganas de saber más.
Sentado con la Javiera, y al mirar la carta me di cuenta que todo el menú tiene lo chileno y tradicional puesto en una forma conceptual.
Más allá de la sofisticación de cualquier restaurant de mantel largo que sirva lo mismo, el Liguria sabe lo que vende. Añoranza, nostalgia y chilenidad, apoyado en la calidad de los platos y la atención. Liguria vende un concepto que pa los que somos de región no es tan ajeno, pero pa los parroquianos que han crecido en Santiago sin saber que es un sandwich de pescada de la caleta, o un sandwich de lengua con tártara, o un borgoña del abuelo, este lugar es realmente conmovedor. Cicali la ha sabido hacer, y le dio el palo al gato cuando comenzó a mostrar lo que es ser chilenero a la gente que no sabía que las cuecas se escuchaban más allá del 18.
El Liguria es un bar que vende comida chilena, basicamente. Agregémosle el factor La Familia y la mezcla es un potente referente mediático de lo que es la tradición chilena urbana de antaño, puesta en práctica hasta nuestros días.
Para pasar el calor y el hambre, con la Javi pedimos el famoso sandwich de pescada con chilena y aji verde. La merluza armadita, bien sabrosa y bien picante. El tomate fresco y veraniego, con la cebolla bien amortiguada. El ají verde más puta madre que he comido en el último tiempo ($4.500).
Para la señora un jugo de zanahoria naranja espeso, fresco y reponedor en vaso de mote con huesillo, de esos sin fondo($1.700) Para el caballero una Michelada de shop Escudo ($2.500) Hielo, sal, cerveza, limón y adios calor. ¡Bienvenido el maridaje de michelada con pescado! Me queda una carta completa para volver por más.
Aun cuando Liguria viva con su imagen encima (para bien o para mal) se mantiene en pie no precisamente por la onda (como siempre pensé, hasta ayer), si no que por todo lo que ofrece. Porque se dedica a ofrecerlo bien.
Saludos a todos.
Pancho®