Cienfuegos.
Tentada con la idea de probar nuevamente algún otro restaurante de la oferta gastronómica de vanguardia, tomo el teléfono y llamo al Cienfuegos. Debo admitir que llamo con recelo, sarcasmo y maldad; pues gozo probando platos de lugares que no han tenido buena recepción entre los cercanos... total... en gustos hay nada escrito.
Al comunicarme, me contesta una vozsuave y femenina. Me atiende con gran amabilidad, pero me indica que no hay más mesas para esa noche, sin embargo, me podría anotar en la lista de espera. Mi respuesta inmediata fue: Ok, anótame en el Lounge.
Llega la hora y tomo el auto rumbo a Bellavista, perdón, Constitución. Porque fíjense que no es lo mismo. Estaciono y me dirijo a la puerta. De pronto, el diseño, los espacios interiores y las texturas inundan mis pensamientos. Una cordial bienvenida me saca de bobería.
La señorita de cabellos lacios me lleva hasta mi mesa. ¡Y ahí estaba! El gran mural de Cienfuegos justo al lado mío. Sin embargo, creo que juzgar este lugar sólo por su gran diseño, estilo, comfort, grato servicio, excelente sommelier y desenfrenada popularidad sería un acto criminatorio.
De entrada, un wayú. Si bien sería muy dificil que la carne estuviera dura, gozaba de mucha personalidad y sabor. Su forma de flor era apetitosa y el bombón de foie de adentro me sorprendió con gran alegría. Como consejo, que la mini ensalada no sea tan mini, pues 3 bombones de foie ameritan un descanso de hoja verde fresca, crujiente y con una buena vinagreta.
De fondo, un rabo con choclo. Sin duda, lo mejor de la noche. Carne tierna, sabrosa, jugosa, caliente, condimentada. Y una espuma de choclo, suave, aterciopelada, chilena, aireada, esponjosa y muy rica. Pero como no todo es perfecto: dos observaciones. El plato llegó muy sucio y el gratinado se había pasado.
Con los postres no pude hacerme la señorita. Primero, me deleité con unas Vainillas, que son unos creme brulee chiquititos, envueltos en masa filo y fritos; todo esto acompañado en una salsa de frutos rojos. Buenísimos. En cuanto me los llevé a la boca, comenzó mi viaje al final de la tierra. Ese tibio crujiente se mezclaba con la explosión de sabor que causaba la crema por todo mi cuerpo.
Luego, y para desgracia de mi billetera, no me contuve ante una delicada barra de chocolate, rellena con un cremoso de chocolate y un bizcochito suave y esponjoso. Su helado,cremoso, cremoso, cremoso. Su salsa de chocolate, cremosa, cremosa, cremosa. Creo que me faltó textura y un contraste de sabor.
Una carta de vinos precaria pero decente y un servicio a ratos lento.
Creo que las ideas son buenas, pero falta un poco más de años de circo. Pulir la línea y definir bien los conceptos, pues comida Fusión no es sinónimo de chimichurri de sabores. ¿O no?