Las Covili de Capitan Pastene...Imperdible
Pasé mis vacaciones de invierno con mis hijos en Pucón. Ya me habían hablado de las maravillas italianas de este pueblito en el medio de la nada y como la cocina me gusta, digamos que bastante, ya me había propuesto, pase lo que pase, pasar y probar con mis propias papilas gustativas.
La verdad es que el viaje desde la carretera hasta C. Pastene se nos hizo un poco largo. Tal vez no es tanto, pero nuestras expectativas eran otras. Deben haber sido unos 45 minutos app. Igual el camino es muy lindo, pero el hambre era harta y luego de almorzar, nos quedaban unas 7 horas a Santiago aún. Cuando por fin llegamos, nos fuimos directo a el restaurant de Anita Covili, recomendado por amigos de Temuco y en internet. Un lugar bien sencillo pero acogedor, rodeado de imágenes de la antigua Pastene y sus inmigrantes, frascos de conservas maravillosas para llevar y al fondo, detrás de una mampara de vidrio un mundo de pastas secas de todos los colores también a la venta por peso.
Tuvimos que esperar unos 15 o 20 minutos por mesa, todo repleto, pero lo que vendría después le cambió la cara de 3 metros a mis hijos que ya no daban más de hambre. Generalmente no comemos mucho, pero el pique merecía mesa completa. Pedimos un antipasto. Traía coles de brucela en vinagreta y jamones hechos en el mismo pueblo y algún tipo de alga, seguro de la zona que no se veía muy apetitosa, pero que nos sorprendió a todos MARAVILLOSA. Mi hija pidió Agnolotis rellenos con queso crema y jamón serrano en salsa Alfredo, mi hijo para no perder la costumbre, los nunca bien ponderados fetuccini con salsa boloñesa y yo unos ravioli de tinta de calamar rellenos con pulpo en salsa de queso. Los tres platos una simple maravilla. Deliciosos, increíblemente deliciosos. Nada que envidiar a ninguno de los renombrados (y bien nombrados) Italianos en Santiago. Las salsas un poco pesadas tal vez, me gustan mis pastas más ligeras, pero entiendo que es un estilo de cocina italiana de la provincia de donde provienen, Modenese de Pavullo. Después de eso ya no dábamos más, pero no llegué hasta ahí para irme sin probar su Tiramisú y debo decir, sin temor a equivocarme, que es el mejor que he comido hasta ahora y he probado muchos y en muchos lugares. Otra vez, MARAVILLOSO. De hecho tuve que pedir un segundo, ya que mis hijos que "ya no daban más y no querían postreterminaron cuchareándose el mío. Finalmente un buen expreso doble y vuelta a la carretera con 700 km por delante pero una gran experiencia culinaria adquirida. Por supuesto que me traje pastas de todos los lindos colores para rememorar. Vale la pena el desvío de todas maneras.
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