El otro día, conversando con unos amigos, salió el tema de nuevos restaurantes y me nombraron el Torano. Esa misma semana decidí ir a conocerlo. Por fuera no dice mucho. Al entrar la cosa sigue igual, con una decoración minimalista, casi al extremo, no hay mucho que decir. El local tiene dos pisos, el primero es para no fumadores y el segundo sí, así que partimos para arriba. No queda otra, el vicio tira más, no el mío, si no el de mi acompañante.
Nos recibe un garzón y nos ubica en la mesa, entrega la carta y se presenta por su nombre, nos tienta con algo para tomar y picar, nos explica la carta, nos trae pan caliente y mantequilla con hierbas. Por fin alguien que no era un tomador de pedido si no un vendedor. Para el restaurante es muy importante una persona que venda lo más que puede, para el cliente, es necesaria una buena atención, que conozcan los platos, sepan lo que te ofrecen y te ayuden a tomar una buena elección.
Pedimos como aperitivo Pisco Sour, muy bueno, suave y bien helado, para picar pedimos una tabla de marisco que está compuesta de Cebiche de Salmón, tacitas de masa rellenas de chupe de jaibas, camarones de ostiones salteados, el plato súper bien presentado y muy rico. Como plato de fondo nos dejamos llevar por lo que nos dijo el garzón, Atún de Isla de Pascua. Venían dos trozos de atún. Estaban justo en su punto; no hay nada más malo que el atún cocido. Venía sobre una croqueta de risotto de camarones, exquisito también. El plato en general perfecto y a un muy buen precio $ 6.800. Como postre pedimos un trío de Creme Brûlée realmente increíble, en su punto justo. Eran tres sabores: uno a la naranja, otro al manjar y el tercero sabor clásico. El otro postre también estaba muy bueno, era un Hojaldre de Plátanos con helado de mascarpone. Para tomar, una copa de vino y una cerveza.
La única crítica que tengo fue que no tenían café de grano. La explicación fue que la máquina estaba mala, no cuesta nada hacer café pasado en lugar del café express. Se les perdona por la gran atención y la calidad de la comida.
Repito: el garzón era un vendedor, al final nos dice que la carta va a cambiar y nos explica los nuevos platos que habrán, tentándonos a volver… y de todas formas vuelvo a ir, me abrió el apetito nuevamente.
La verdad a lugares como éste, donde te atienden como se debe, donde la comida está perfecta y el ambiente es bueno, da gusto ir.
