Nueva Carta Invierno de Noso

Escrito por: pancho araya®
F02 Jul 2010
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Desde Santiagoenpicada.cl con amor

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Escribir de comida siempre es entretenido. Escribir de comida de lujo, aun cuando uno sea devoto de la comida de casa es otra cosa.

Cuando uno prueba algo que no está en sus registros de sabores, formas u olores queda el desorden en los receptores que con tanto ánimo uno ha entrenado.

Desde que estoy metido en esto de escribirles de lo que como y donde lo como, la gente de los hoteles Starwood (Sheraton, W, Fourpoints, San Cristobal Tower) siempre han creído en que este blog es pa que ustedes se atrevan a salir a comer, a gastar las lucas y a no tener miedo de lanzarse por lo desconocido de la comida.

Cada vez que me invitan a Noso sé que voy a salir medio desquiciado. Algo de la carta va a hacer que me ponga a pensar en la diversidad de sabores, en como la cocina además es arte, es forma y fondo.

Jean Paul Bondoux es hiperactivo, enamorado, conversador y el chef ejecutivo del Noso. En palabras de Bourdain, el pone la cara y se pavonea por el trabajo de los otros. Son sus recetas, perfectamente ejecutadas por el tremendo Sebastien Fontes, chef del Noso cuando Bondoux no está. Ambos son una dupla grosa, muy complementada entre las ideas de uno y la ejecución del otro.

Cuando se abren los fuegos de la presentación de la carta de invierno (así es, de invierno, una por estación) me siento como fanático antes del estreno de una nueva película. 

Lo primero que llega a la mesa es un tártaro de langostinos frío en su caldo caliente. Imaginen un receptor de temperatura que parte con un bocado frío y derepente PAF entra el especiado caldo que borra lo frío y potencia los sabores. Un lujo.

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Después de eso viene un plato muy liviano en palabras del chef. Mollejas (del cuello) envueltas en parmesano con unas alcachofas con naranja y miel y morillas. Más un prosciutto crujiente que es la delicia de los comensales que me acompañan. Un plato para nada liviano, una bomba de sabor y de mil sabores al mismo tiempo que es como un paseo por todo lo rico que uno puede imaginarse, perfectamente ejecutado.

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Si después de eso no quería más guerra, ¿qué puedo pensar cuando me ponen en la mesa un mero con costra de almendras ahumadas sobre un rissoto de hinojo y mantequilla anisada? La textura del plato es perfecta. El pescado parece flancito dice una de las comensales, y se la compro completamente. Es como un postre, suave cremoso, sabroso. Me aguanto de lamer el plato.

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Para cerrar todo, un lomo perfecto. Como un cariño, como un gracias por venir sobre una cama de topinambur, una papa con sabor a alcachofa que está dejando la grande en el mercado y que deja la grande con estómagos delicados también.

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Nada se cierra sin postres en el mundo culinario. Por lo general nunca están al mismo nivel de todo lo que uno come durante las muestras de carta. Son un espacio olvidado que a muchos les duele, en especial los fanáticos de lo dulce. En este caso: Sorbet de piña y frutos rojos, una mini isla flotante que fue un fugaz paso por el cielo, un crustillard (chocolate sobre masa crocante) y una deconstrucción de una tarta de limón.

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Noso es el lujo hecho restaurant. Es muy caro (desde $9.000 las entradas) pero es el precio a pagar por la excelencia del oficio.

Es básicamente la alta cocina con todas sus aristas, buenos vinos, tremendo servicio y una cocina que sólo hace que uno se pare y aplauda, y se vaya a la casa con la cara llena de risa por lo que comió y por dedicarse a esta difícil pega.

Saludos a todos!

Pancho Araya®

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Pancho Araya®

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