La copa feliz (del Edén)
Saliéndome de mi circuito habitual, decidí invitar a mis hermanos y pololo a este restaurante de comida (más o menos) típica chilena en La Reina, que hacía tiempo tenía ganas de conocer. Básicamente porque mi hermano odia los platos chicos y las decoraciones demasiado aparatosas; por otro lado sabía que cualquier cosa con reminiscencias campestres le iba a gustar, siempre y cuando la comida estuviera a la altura... Entonces partimos el sábado pasado a almorzar al lugar en cuestión (Tobalaba esq. Echeñique), previa reserva a las 14:00 hrs. A la llegada, primera sorpresa, graaaaaaaaaaan espacio para estacionarse, en medio de un entorno bien campestre. Entrando al restaurante, nuestra primera impresión fue de sorpresa porque estaba más bien vacío... cualquiera podría sospechar que era un mal augurio pero, felices de contar con tanto espacio y (en teoría) personal disponible, nos sentamos y comenzamos a revisar el menú, con una música de fondo muuuy placentera, algo de música chilena instrumental y cantantes tipo Los Angeles Negros y cosas por el estilo (mi hermana rápidamente hizo el comentario que nuestros papás estarían felices de ir a comer ahí, sólo por la música!!!). La carta me encantó; muy acotada pero variada y novedosa, con nombres entretidos y una descripción bastante precisa como pudimos comprobar después. De partida, pedimos pisco sours que estaban perfectos en dulzor y acidez ($2.000 +/-), acompañados por dos porciones de 3 empanadas c/u de queso Huentelauquén (mi parter lo adora, su sabor y cremosidad son legendarios). A continuación, los platos principales: mi hermano pidió conejo escabechado, mi hermana pastel de jaibas, pololo pidió cordero y yo ravioles negros de centolla. Felices hasta ahí, nos dispusimos a esperar. Aquí viene el punto en conflicto, porque debo reconocer que se tomaron 40 minutos (o más) en volver con nuestro pedido, considerando que había bastante poca gente... ahí mi hermanito comenzó a torturarme con la elección, amenazando con desmayarse por lo largo de la espera... bajón. Finalmente, aparecieron nuestros platos... qué les puedo decir, batalla campal cuchareando para todos lados probando todos los platos, cada uno más rico que el otro. Sólo en ese momento reconocimos que la espera había valido más que la pena, las carnes en su punto preciso, jugosas, sabrosas; el pastel de jaiba con poquito pan (JJ, toma nota) y con almendras tostadas en la cubierta, mis ravioles con 100% centolla en su interior y pasta al dente, el cordero de pololo estaba realmente delicioso, sabroso, acompañado de habas y papitas cocidas en su punto. Del conejo no puedo opinar (no lo como por razones personales). Todo muy muy rico, se pasó de verdad. Todos estos platos de fondo entre $6.500 y $8.000 (menú completo y precios, ver acá). Obviamente cero espacio para postres, sólo agüitas y café. Para acompañar pedimos un Pinot Noir Morandé Pionero (algo de $7.000), y fue el único punto bajo del almuerzo... lo que pasa es que venía precipitado (con borra en el fondo), lo que en parte es culpa del restaurante, ya que mi impresión es que lo tenían a demasiado baja temperatura (5°C?), con lo que las posibilidades de precipitación tartárica son más altas; de todas maneras también hay responsabilidad de la Viña que no estabiliza bien sus vinos. De todas maneras no nos cobraron la botella, lo que me pareció bien, y retiraron lo que quedaba del vino y las copas ya servidas.
Todo lo anterior costó $47.500 antes de propina y del descuento del Club de Lectores.
Yo quedé feliz, y parece que mis invitados también. Excelente opción de fin de semana en familia.
Saludos