El Rey del Pescado Frito de Puente Alto

Escrito por: chipi
F03 Ene 2014
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El rey del pescado frito, honestamente, no estoy seguro de que éste sea su nombre, pero afuera del recinto existe un cartel que así lo anuncia. Ubicado en el centro de Puente Alto, éste no es precisamente un local de productos del mar, aunque efectivamente la especialidad sea la merluza frita. Más bien, este restaurant es una simbiosis entre la comida típica chilena, sucuchos alcoholicos y... el buen pescado frito.

Ya de por sí la entrada previene algo bueno: sin anuncios rimbombantes de ningún tipo, una pequeña puerta acoge al hambriento y sediento puentealtino o foráneo, que busca una cerveza para saciar la sed acumulada tras horas de caminata por la Avenida Concha y Toro. En su interior, el peregrino podrá notar que los parroquianos que se encuentran bebiendo y comiendo no son lo más amigables. De hecho, da miedo entrar, toda vez que -como buena picada que aún no cae bajo los fuegos de artificios chic como la Piojera- los personajes se conocen, se saludan y se invitan a tragos desde mesas considerablemente separadas, resilientes a lo extranjero. Si se estudia fríamente, es un indicio de que el local es bueno, ya que estos hombres han dejado familias enteras por estar una mañana-tarde (no abre en la noche) llenando sus tripas de alcohol y cadáveres marítimos.

Una vez que el visitante se ubique en un puesto podrá comenzar a analizar la diferente fauna presente,  y su consumo. El Rey del Pescado Frito puentealtino tiene, para comenzar, las clásicas bebidas populares como las cervezas y gaseosas para los impúberes. Pero además, uno descubrirá que las meseras llevarán a los contertulios extrañas jarras con un líquido morado coronado por una sustancia amarillenta: es cierto, the real chupilca con harina tostada, todo a bajo costo. Los asidos beben también otro elixir muy parecido, llamado Pihuelo. Eso al menos, fue lo expresado de mala forma por este narrador, quien intrigado por tan extraño brebaje, se arriesgo a preguntar: señor, ¿qué es lo que está tomando? Trágica experiencia.

Luego de una cantidad considerable de cervezas de litro (todas bien heladas y de la mejor calidad), con un fiero paladín que me acompañó decidimos comprobar si el cartel tenía razón, verificar si en efecto, el lugar adonde arribamos era el rey del pescado frito de la zona sur. Llamamos a una camarera madura, bastante escotada, quien a su pasar, motivaba los relinches de los viejos (y no tanto) que ya se encontraban ebrios. Con voz timorata pero con voluntad de hierro, decidimos probar el pescado, entre la música de Marco Antonio Solís que programó un hombre de mediana edad con seis cervezas en el cuerpo. Cabe acá hacer una pequeña pausa y referirse brevemente a la música: el local esta dividido en dos grandes piezas, ambas con su respectivo wootlitzer, en donde flanquean artistas tan disímiles como Los Charros de Lumaco y Metallica, Sandro o la voz desgarradora de Kurt Cobain en el In Utero de Nirvana. Uno puede programar metal luego de ranchera y ninguno de los notables presentes alegará. Si alguno se molesta, tengan por seguro que se desquitará con María José Quintanilla por toda la eternidad, ya que programar música es bastante barato.

Terminada una breve espera amenizada con cerveza, vino en jarritos a la usanza del rose en París (pero acá bigoteado), llegan los pescados fritos, acompañados por una excelente porción de ensalada chilena, sin mayores adornos. Dispuestos en la mesa, listos para servir, uno no advierte nada extraño: es solo un pescado frito grande, que se sirve en muchos lados. Con la confianza de nuestra parte, exprimimos un poco de limón sobre el rebozado y cortamos la carne con el tenedor... aun recuerdo el sabor... fue la maestría cocinada en aceite alto en grasas saturadas.

Una maravilla. El pescado estaba fresco y la fritura crocante pero adherida a la presa, sin mucha sal pero para nada insulsa, pues el cilantro le venía bien. Probar el pescado, la chilena y el pebre en un solo bocado, hizo que todos mis miedos se fueran: había encontrado el Santo Grial. El restaurant es una verdadera picada, vigorosa de vida, ebriedad, agresividad y buena comida.

Terminado el pescado, fuimos al baño para darle aliento a nuestros riñones luego de tanta cerveza y pasamos por la cocina que -al contrario de la mayoría de los restaurantes ubicados en el barrio alto- está a la vista del público y era extremadaente pulcra, limpia. Contemplado aquello y a los clientes que a esa hora comían y bebían pensé acá es donde recobra vigencia la experiencia de los años, lo que sumados a tardes de juerga, provocan en el ser humano eso tan difícil de describir que es la sabiduría. En efecto, lo que para otros es (y seguirá siendo por ignorancia o por imbecilidad) un sucio cuchitril en donde ni los guarenes merecen comer, en realidad es un lugar sacrosanto en donde la comida es preparada por cocineros con cofias, guantes y trajes imecablemente blancos, quienes se esmeran en esculpir en  cada plato, el mejor  pernil con papas, sandwich de arrollado, pollo arvejado o pescado frito.

Y es que no podía ser de otra manera, ante tanta valentía para entrar y poder apreciar la verdadera sapiencia de lo que debe ser un local, el hecho de decidir ir al Rey del Pescado Frito en Puente Alto, es un acto de grandeza y una declaración de principios, en el sentido de establecer irrefutablemnente de que nunca serás un perdedor en la vida. El cenit de lo que te digo lo puedes encontrar en la boleta, la cual señala como giro del restaurant el de reparadora de calzados. Clásico.

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