El Pipeño

Escrito por: isidora díaz
F13 Ene 2011
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Con algunos hijos ilustres de La Buena Vida fuimos a parar hoy al Pipeño, con el fin de capear el calor que arreciaba en la canícula y nutrir nuestros infinitos apetitos.

Habiendo juntado sed y hambre a conciencia, nos instalamos a bajar un clery o borgoña o ponche o como le quieran poner, que era de pipeño con durazno. Heladito y dulce, bien festejoso.

Para picar pedimos una pichanga. Cuando nos preguntaron si queríamos de medio kilo o de kilo entero supe que iba a estar difícil la cosa. Llegó dividida en dos fuentes como esta:

 

 

Después de divagar acerca de sandeces varias y terminar de hacernos el ánimo, pedimos nuestros platitos. Dos costillares, humitas, pastel de choclo, arrollado, y pernil. Cada plato viene con doña papa cocida y ensalada (puede ser de tomate solo o chilena).

 

Suspirábamos antes de probar.

El arrollado, calientito, mojadito, con el cuero blando como debe ser. 

 

El pernil, siempre intimidante y generoso. 

Costillar y al fondo humitas. El costillar sabroso y las humas eran dos y grandes. Estaban como recién hechas, medias dulzonas.

Callamos por un rato (sacramento de nuestra fe). Luego vinieron los salús y los discursos. 

Salimos con la guata salida y el corazón contento. Salió 7000 por persona con propina incluida.

El Pipeño, 

 

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Isidora Díaz

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