Guiso Panguipulli
FLICKR Isengard
Con mi mamá tenemos muchas cosas que nos unen, somos bien parecidas en nuestros gustos, la decoración, las plantas, las películas bobas y románticas y por supuesto, la cocina. Mi mamá me cuenta que cuando chica se dedicó a observar y aprender solita a cocinar, mirando a mi nonnita. Me gusta la mano de mi madre, cocina rico, con mucho amor y mucha dedicación.
Por muchos años fuimos a veranear a nuestro fundo en el lago Panguipulli. Vivíamos sin luz, es decir, sin televisores, ni lámparas, no teníamos refrigerador ni microondas, para qué decir de batidora, minipimer, y todas las herramientas eléctricas que facilitan las labores culinarias. Pero lejos lo que más complicaba las operaciones era el tema del refrigerador. Vivíamos muy lejos del pueblo, no teníamos camino directo para irnos en auto, así que la alternativa era por lancha, lo cual, en buenos días, se demoraba mínimo 30 minutos de ida, y otros 30 minutos de vuelta. No era opción comprar las cosas para el mismo día. Para resolver un poco esto, mi papá construyó un “refrigerador” que consistía en un tiesto plástico (de esos para echar la ropa sucia) amarrado con alambres, donde se guardaban las cosas más perecibles, y todo eso se echaba a un tranque con agua muy muy helada. Al menos servía para tener las cervezas heladitas.
Estas dificultades complicaban un poco el tema de la cocina, y teniendo varios niños chicos, entre hijos y amigos invitados, más algunas bocas adultas, mantener el menú a niveles sabrosos y cuantiosos era todo un arte. Una de las recetas que guardo con más cariño es nuestro “Guiso Panguipulli”. Probablemente sea conocido con otros nombres, quizás hasta es una receta oficial, pero para nosotros, es única!
Guiso Panguipulli (6 personas)
- 10 salchichas, picadas.
- 6 huevos
- 2 cebollas grandotas, cortadas en pluma
Se dora la cebolla en un sarten grande, hasta que tengan un lindo color y estén blandas. Luego se incorporan las salchichas que están rebanadas y se mezcla todo hasta tener cocidas las salchichas. Por último, y cuando estén listos para servir, se echan los huevos, revolviendo todo, logrando una preparación espesa y uniforme. Es muy importante no recocer los huevos, el guiso debe ser jugoso.
Se recomienda acompañar con arroz o puré. Como dirían mis papás, “¡Le llora!”