El Samoiedo de Viña del Mar no ha sabido envejecer

Escrito por: héctor velis-meza
F01 Ene 2010
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El sábado 6 de diciembre viajé con un amigo a Viña del Mar al concierto de Rick Wakeman. Como llegamos con anticipación y teníamos hambre, lo invité al que yo recordaba como el lugar más tradicional de la ciudad: el Samoiedo. Por lo menos, yo tenía el recuerdo de un local con una elegancia clásica, parecido a las buenas confiterías de Buenos Aires y donde se tomaba buen té, se comía bien y los mozos eran rápidos y amables. Encontramos mesa al fondo, cerca de los baños. El tiempo obviamente había empezado a deteriorar el mobiliario y los garzones parece que llevaban los mismos uniformes de hace un par de décadas, porque se veían demasiado gastados, casi brillantes y con manchas rebeldes. El menú estaba ajado y pegajoso y lo hojeamos temerosos. Mi amigo pidió un té con torta milhojas y yo una cerveza con un sándwich de pechuga fileteada, que juraría que estaba escrita filetiada. A los minutos aparecieron los líquidos, pero de los sólidos nunca más se supo. El mozo desapareció, se lo tragó una puerta. A los 15 minutos, extrañado me levanté y empecé a vagar por el restaurante buscándolo, hasta que milagrosamente apareció y sólo atinó a decirme que el maestro sanguchero estaba colapsado. ¿¿Y el pastelero? le pregunté, ¿también está colapsado? No, me contestó. Entonces, llévele a mi amigo su torta. A los cinco minutos apareció con un trozo que parecía que lo habían cortado a mano, pero, en fin, como mi amigo tenía hambre se lo comió. A los 30 minutos volví a la carga por mi pechuga fileteada. Esta vez, el cajero muy relajado y sonriendo me confesó que el descalabro del fin de semana largo había sido culpa del dueño, que no había reforzado el personal de cocina. ¡Plop! Le pedí la cuenta de inmediato. Me cobró hasta la cerveza que no me tomé y esbozó una disculpa que se diluyó en el aire. En Chile, desgraciadamente hay restaurantes que envejecen y otros se deterioran con los años. Envejecer es digno, pero cuando empieza el deterioro hay que ponerse en manos del médico. El Samoiedo de Viña del Mar necesita con urgencia que lo internen en la UTI. Mi amigo, que nunca había oído hablar del Samoiedo, me preguntó a la salida, con una mezcla de prudencia e inocencia, si ése era el mejor restaurante de Viña. Yo, mientras masticaba un sándwich de miga que me compré en una panadería al paso, y caminábamos hacia la Quinta Vergara, me disculpé por mi apresuramiento y le prometí que en el futuro, antes de entrar a un lugar que había tenido prestigio en el pasado, iba a investigar si los años lo habían enriquecido en experiencia o lo habían colmado de achaques y lo tenían al borde del infarto. Menos mal que antes del concierto la Radio Cooperativa nos ofreció a los invitados un buen coctel.

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Héctor Velis-Meza

Comentarios:

Soy el amigo de Héctor. Héctor, me sorprendiste con tu comentario, pero déjame decirte que quedaste corto. Efectivamente los "líquidos" llegaron de inmediato, el problema es que demasiado pronto. La tetera plateada venía sin tapa, por lo que el agua caliente duró bien poco a la espera de la esquiva torta. La taza venía con dos sachet de azúcar, pero como yo no la consumo, le pedí al mozo endulzante quien, como un mago, sacó su dispensador de sacarina y me echó tres en la taza. Pero no sólo se contentó con echarme la sacarina, sino con una rapidez asombrosa me sacó los sachet de azúcar ¿habrá pensado que me los iba a llevar a la casa? En fin, como se demoraron tanto con la bendita torta (manjar de mil hojas), tomé el té sorbo a sorbo, lentamente, y cuando se dignaron a traerme el pastel s&oac

Concuerdo contigo plenamente en lo relacionado con lo de envejecer con dignidad. Pero la realidad nos enseña de que otra cosa es con guitarra y no todos lo pueden logar por diferentes razones, tales como no tener la fuerza necesaria para enfrentar los cambios , no encontrar el camino del crecimiento con modernidad y tradición , el haber perdido el rumbo por porfía, tozudez de que yo se lo que hago y no cambiaré o simplemente el haberse quedado ,sin saber , dormitando entre los olores de flores que ya están secas y naftalina, pensando en el pasado y disfrutando de su tiempo de gloria. Es complicado, es triste, pero es una reali

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