
Matsuri...sin estrellas.
Era mi cuarta visita al Matsuri, el restaurant japonés de Hotel Grand Hyatt de Santiago. Un hotel 5 estrellas y como tal, sus instalaciones e infraestructura son de primera. Las estrellas dejan de brillar cuando en los baños, amplios, climatizados y de todo lujo, ninguno de los tres dispensadores tenía jabón...ese fundamental insumo que está, y debe estar, hasta en el boliche más austero. Aqui no había no más.
Esta vez optamos por comer Teppanyaki, especialidad occidental que se trabaja en una plancha y con las preparaciones a la vista de los comensales (recuerdo el gran y desaparecido Ginza Teppanyaki, frente a la ex Portada de Vitacura). Se puede optar entre cuatro menús que van de los $12.500 a $24.000, todos con ensalada, arroz y postre, más la especialidad que uno elija: carnes, mariscos, pescado y vegetales. El chef era un joven cordial pero muy fome, dado el espectáculo que uno espera en estos tipos de cocina, con malabares y cuento, en donde ellos te cocinan a ti, frente a frente...no espero en realidad que me cuente chistes, pero allí debe haber algo más. Nada.
Antes probamos unos nigiri y un sashimi muy discreto, nada especial y con el arroz frio. El menú tenía un orden que no fué, y varios nos comimos el arroz de acompañamiento, antes de las carnes y antes que se enfriara. Nada del otro mundo la verdad, en el japonés del boulevard del Parque Arauco, no recuerdo su nombre, se come mejor y a un tercio del valor. No olvidemos que estamos en un hotel 5 estrellas y obviamente sus precios son elevados (pisco sour a $5.300 y pequeño...es demasiado !), pero al entrar uno lo sabe. Por lo mismo , el servicio que uno espera DEBE ser 5 estrellas y uno lo paga, pero aquí las deficiencias de la atención son muchas: 40 minutos en que lleguen los pedidos...y no había más de 30 personas. Mucha gente trabajando y sin coordinación. Platos cambiados. etc.
Una mala noche para el personal de servicio, porque no creo que siempre sea así, no debería.....En fin, una noche con comida agradable, en una buena ambientación, con gente cordial, pero muy desordenada para atender y sin un guía.
El consumo fué de $35.000 por persona...
La guinda de la torta la puso Ximena. Fué al baño cuando nos ibamos y se quedo encerrada. El pestillo no funcionaba y la tuvo que sacar otra amiga utilizando un lápiz...a la mala.
Esta vez no adjuntaré dirección ni teléfono.